jueves, 13 de marzo de 2008

Suciedad

Sorprender observar, analizando la situación de la mujer en la actualidad, que quizá no se haya avanzado tanto en cuestiones sociales. Y asusta saber que todo en la sociedad está entrelazado como una fila telaraña tejida magistralmente por una araña. Así que no os asusteis si os digo que pienso que la libertad de la mujer es un maquillaje muy hermoso a los ojos de la mayoría de la sociedad. Y que a través de observar este maquillaje, se pueden destapar el resto de maquillajes. Hace dos siglos, y también hace muchos más, la mujer estaba en situación de inferioridad respecto al hombre, y según la Iglesia ésta no poseía alma, al igual que el resto de animales ajenos al hombre de especie humana. No es necesario extenderme, puesto que vosotros sabeis, como todo el mundo, que en otras sociedades el rol femenino es peor aún. En cierto pais o paises musulmanes se critica el burka, pero yo opino que lo que diferencia el burka del hábito de las monjas es simplemente que unas se tapan la cara y otras no. Sin embargo, en el siglo XIX surge el feminismo como corriente ideológica que lucha por eliminar la marginación de la mujer en la sociedad. Este movimiento, claro, solo ha sido efectivo en el mundo occidental. La incorporación de la mujer al mundo laboral se produce en la primera guerra mundial; antes tenían puestos de trabajo, pero era un fenómeno muy minoritario y probablemente el sueldo percibido iba para el marido. Seguramente también iba a parar a manos del marido en la primera guerra mundial, pero la incorporación masiva marca un hito. Es en el siglo XX cuando el sufragio universal (para hombres y mujeres) se va reconociendo en el ámbito del mundo desarrollado. Es decir, el siglo que dejamos hace siete años. Hace cuatro o tres años reconocieron este derecho en Suiza. Sin embargo, no es el campo de los derechos, la filosofía o la política lo que me interesa respecto del tema de la mujer. Me interesan las consecuencias de su inserción en el mundo laboral. Porque ahora, que estamos tan "adelantados", toda mujer tiene derecho a un trabajo como cualquier ciudadano a pie de calle, aunque luego cobre menos salario que un hombre. Cuando se relaciona a la mujer con la vida doméstica se suele utilizar un concepto tiránico y machista, de hecho en cierto modo lo es, porque restringe oportunidades. No todo el mundo tiene las mismas ambiciones. La palabra doméstica es una palabra derivada del vocablo latino domos, que significa casa. Cuando pensamos en una casa se nos viene a la mente un piso con dos o tres habitaciones, uno o dos cuartos de baño, cocina, salón y entradita. Quizá no un piso, sino un adosado normal y corriente. Lo que sea. Lo cierto es que hace cincuenta años en España las casas tenían dos o tres habitaciones y que la mujer no trabajara y tuviera que quedarse en la casa no era un castigo excesivo. ¿Os parece mucho tener que limpiar tres habitaciones cada día, contando con la posible ayuda de las hijas? Entendedme, esto no es hacer apología del franquismo, pero cuando más adelante haga una comparativa, entenderéis la finalidad de este discursito. Mi objetivo en este párrafo es haceros entender que, si hace cincuenta años en España las casas eran lugares minúsculos donde la mitad de la familia debía dormir en la cocina, imaginaos hace cien, doscientos o mil años. ¿Os parece ahora terriblemente abominable que durante tanto tiempo la mujer estuviera apartada al ámbito doméstico? ¿Creéis que es motivo de excesiva queja para una persona trabajar durante un rato y luego tener el resto del día libre con tus amigas? Bueno, es obvio que el trato de inferioridad para con ellas no se puede negar, cierto. Pero no es este el objetivo de este artículo. Hablaría de ello, pero no es mi intención. En este contexto imaginaos la situación en la familia de hace dos siglos. Un padre y una madre con dos niños y dos niñas. Las mujeres cuidando de la casa, que es minúscula; los hombres buscando un sueldo, un poco ínfimo para cualquier clase baja, pero más que suficiente para una media y no hablemos de una alta. ¿Se os ocurre que en sociedad precapitalistas, o en tránsito hacia el capitalismo, esto no sea suficiente para mantener a la familia? Pensad que no había coches, ni lavadoras, ni frigoríficos, ni necesidades estúpidas como las que tenemos los contemporaneos, ni teléfono, ni seguros contra la muerte, ni Internet. Generalmente tampoco había electricidad ni agua potable. ¿Se os ocurre pensar que los gastos eran descomunales, o asfixiantes? Igual los salarios eran muy reducidos, seguramente los gastos también. Bien. Llegamos al siglo XX, siglo en el que triunfa el capitalismo y la sociedad de consumo, de masas, de la información. En las Europa de las democracias se lucha por los derechos humanos, por el sufragio universal, por la igualdad. Todos los ciudadanos tienen derecho a tener cosas dignas. La mujer también tiene derecho al trabajo. Pero no se os olvide que tenéis obligación de consumir. No se os olvide que teneis derecho a una vivienda digna de ocho habitaciones. El engaño cuela, la gente compra pisos más grandes, que la mujer debe cuidar pues aún el rol no ha cambiado, y además de ello, no gana a disgustos puesto que además DEBE incorporarse al mundo laboral. ¿Por qué? Es una reacción en cadena: Pisos más grandes->más trabajo doméstico Sociedad del consumo->salario masculino insuficiente. La solución es clara, y ya la conocemos, la mujer debe trabajar, pero no solo eso, sino que, como ya he señalado, debe incorporarse al trabajo. La consecuencia es que a cambio de ganar "derechos" y estrés, pierden tiempo libre para hacer lo que quieran. Esta es la historia de como bajo la apariencia de democracia, libertad e igualdad, el ser humano va hipotecando su alma, su tiempo, su espacio, su dignidad. En este caso específico, la mujer. La sociedad no está cambiando realmente. No os engañeis, los prejuicios siguen vivos. Siendo muy positivos, la mujer aspira como mucho a suplantar al hombre. Entonces no habremos solucionado nada por conseguir esa igualdad que tanto se pretende. La igualdad no es algo que deba conseguir la mujer. No, es algo por lo que tenemos que luchar todos, hombres y mujeres. No debemos dejarnos engañar por falsas promesas que salen en la tele. Las ideas de moda, las ideas baratas, las que tan bonitas nos pintan en todos los medios (democracia, igualdad, libertad, justicia, tolerancia, etc.), no son más que excusas, vehículos adornados para esclavizarnos sin que nos demos cuenta. Para sumirnos en la inacción y la pasividad, en la conformidad. Así es como opera la telaraña de la suciedad: invisible y perfecta, sin que nosotros alcancemos a observar su poder, su capacidad, sus operaciones secretas. Y no os engañeis convenciendoos de que la culpa de los problemas de la sociedad la tienen nazis, skins, radicales, el partido que no os gusta o cualquier cosa que os caiga mal. No, no mireis fuera. Somos nosotros, esclavos ciegos, y hasta que no hagamos nada por cambiarnos, la telaraña seguirá creciendo.